«El poeta con el rostro entre las manos
Quieres llorar en voz alta por tu
errores. Pero a decir verdad el mundo
ya no necesita ese sonido.
Entonces, si vas a hacerlo y no puedes
detente, si tu linda boca no puede
aguanta, al menos ve por ti mismo
los cuarenta campos y las cuarenta inclinaciones oscuras
de rocas y agua al lugar donde
las cataratas arrojan sus sábanas blancas
como loco, y hay una cueva detrás de todo eso
júbilo y diversión acuática y puedes
pararse allí, debajo de él, y rugir todos ustedes
quiero y nada será perturbado; puede
gotear con desesperación toda la tarde y aún,
en una rama verde, sus alas apenas tocadas
por la lámina de agua que pasa, el tordo,
hinchando su pecho manchado, cantará
de la belleza perfecta y dura de todo «.
María Oliver,
Poemas nuevos y seleccionados, vol. 2.